Se abrazaron cálidamente, temerosos, angustiados,
desconcertados… él la amaba, ella había conquistado su alma, pero para ella más
importante era no perder al amigo, entre otros, con los que diariamente compartieron ideales. Sobre la patria había caído un manto de sombras, las risas se
habían transformado en llanto. Eran adolescentes idealistas y comprendían
que tal vez nunca volverían a verse y que los patios y las salas de
clase donde se habían conocido perdían,
en esos días, a sus profesores más queridos. Caía la tarde, él no encontraba
las palabras, pero acurrucados en una escalera, llorando, le confidenció que partían al día siguiente. No podían quedarse,
su padre había sido detenido y su madre
era directora de un importante establecimiento, en cualquier momento
podía correr la misma suerte.
¿Cómo no entender?, la
adolescencia se había acabado de golpe.
No volvieron a verse…
la ciudad nunca volvió a ser la misma.
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