Un espacio para compartir poesía de mujeres, cercanas o lejanas en la geografía. Poetas como Gabriela Mistral y sus poemas de "Locas mujeres" sección del Libro Lagar.
Compartimos los mismos intereses:
domingo, 28 de octubre de 2012
Diamela Eltit, Prólogo Antología ALBRICIAS
Los siete valles
No pretendo aquí presentar los trabajos poéticos de
Claudia Hernández López, Nury Larco Invernizzi, Pilar Merino
Campillay, Oriana Mondaca Rivera, Marcela Reyes
Harris, María José Rivera Oyarce, Carola Pizarro Araya,
porque cada una de las escritoras merece un espacio propio
como también sus trabajos individuales requieren de
una analítica detallada. Más bien, me sumo a la celebración
que provoca la publicación de este volumen. Así es,
porque este libro representa un contundente punto de partida
para emprender una lectura intensa de los importantes
signos estéticos y simbólicos que los diversos textos
reunidos despliegan apelando a múltiples e interesantes
estrategias.
La poesía chilena se ha caracterizado por su densidad
y por la extensa exploración de los signos literarios. Pero
hay que recordar, una vez más, que la historia oficial poética
ha sido habitada por ¨el poeta¨ (cada uno de ellos) con
la excepción de la figura de Gabriela Mistral que consiguió
instalar, en el interior de un duro cerco, su singular y complejo
trazado.
Sin lugar a dudas, Gabriela Mistral hizo del territorio
material una sede de escritura, acudió una y otra vez a su
suelo natal, a ¨su¨ paisaje y a los pormenores de los cerros.
Su transcurso nacional e internacional se caracterizó por
un sostenido nomadismo pero también por una resistencia
visceral a Chile, pero una resistencia que nunca horadó su
constancia nortina porque, en definitiva, fueron las imágenes
capturadas por sus ojos de niña y de adolescente,
las que le propiciaron los materiales más sensibles para
organizar su poética.
Hoy, el libro: “Albricias: Poesía Femenina Contemporánea
del valle del Elqui¨ reúne a siete poetas de la Cuarta
Región, siete nombres, siete estéticas que irrumpen en el
siglo XXI para multiplicar el gesto y la gesta mistraliana
pero en otro tiempo, desde otros paradigmas y de acuerdo
a sus subjetividad específicas. Siete obras que comparecen
para re-nombrar el amor, para escribir los dilemas de
género, para festejar la escritura, para plantear la metafísica
o el lugar de Dios, de la muerte y del conjunto de pérdidas
que acumulamos y que abren paso a lo que Sigmund
Freud denominó como: melancolía.
Cuando nombro a Gabriela Mistral no pretendo señalar
que las participantes de este libro mantengan conexiones
específicas con la poeta, lo que busco no es establecer un
lazo de ¨sangre¨ sino el sitio de una tierra en común, de un
paisaje cultural signado por el afuera del centro metropolitano.
También recuerdo a Gabriela Mistral porque ha sido
un paradigma recurrente y necesario en los estudios de
género y literatura, la recuerdo además porque pienso que
no debe ser fácil, para cada una de las autoras que participan
de esta antología, ganar un espacio en mundos literarios
todavía recorridos por prácticas segregadoras hacia
las mujeres escritoras.
Las poetas que conforman este volumen, escriben, por
decirlo de alguna manera ¨fuera de Santiago¨, con todos los
riesgos que esta posición implica, escriben más allá o más
acá del centralismo, escriben poesía, doblemente asediadas
por su condición de mujeres (que escriben). Porque
ya he dicho que la situación de la mujer que escribe (más
allá de los territorios rosa) no es simple y, en este sentido,
es que la publicación colectiva de este libro les imprime
potencia y permite vislumbrar la política que moviliza sus
prácticas culturales.
La poesía, a pesar de sus dificultades editoriales, continúa
siendo un espacio privilegiado para formular finamente
los devenires del mundo y especialmente nos permite
entender la vulnerabilidad.
La sutil fragilidad de una rama de un arbusto puede
decidir el equilibrio del planeta. El abandono o los abandonos
no pueden sino detener (fugazmente) el universo para
iluminar así un instante compasivo ante el dolor humano.
El yo se deshace y se encarna en otros que ven en la escritura
de ese yo , el suyo, la ruptura y la inscripción.
La gran tarea del yo poético es deshacerse de sí para
habitar a otros que se apoderan de ese yo que termina por
pertenecerles. Ese es el trabajo más fino y más riguroso.
Mientras leía este libro sentí que varias de sus partes
me pertenecían o le pertenecían a mi propia escritura interna,
a aquella que me habita corporalmente o estéticamente
o emocionalmente. Porque la posibilidad de dotarse de
un yo (no) ajeno es la gran experiencia que nos proporciona
la poesía.
Mientras leí estos siete libros pensé que la antigüedad
más remota y el tecnologizado presente se unían con compostura
y con una dosis de armonía. Me sentí parte de este
libro que leemos y solidaria con la letra de estas autoras
que atravesarán los valles, pero también conservarán las
memorias atormentadas y felices de la luz.
Diamela Eltit
Febrero, 2011
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