SER
UN ANGEL
No importa por qué, pero la marihuana había llegado un día a mi vida y no podía dejarla pues siempre
tenía pena, ganas de llorar. Mi lugar de estudio era, para mí por lo menos, un
lugar donde me juntaba con otros, que como yo, le hacían a la marihuana. Nos
poníamos de acuerdo para juntarnos a fumar cuando saliéramos de clase y así fue los dos
últimos años.
Arrendaba una pieza, en la
casa de una mujer desconocida, arrendaba
porque no vivía con mi mamá, ya que a pesar de estar recién estudiando en
enseñanza media, nos habíamos tenido que separar, yo la amaba y
estar separadas, en ese tiempo, había sido la única alternativa para
evitar todos los problemas que se habían sucedido después de mi desgracia.
Vivía con mi mamá a tres
horas de la ciudad donde estudiaba, mi
dolor comenzó un día por culpa de un pariente muy cercano que era muy atento conmigo que siempre estaba
dispuesto a ofrecerme ayuda, lo que yo necesitara. No podría decir que esto me
complicaba, él era mi tío, era de la familia, ¿por qué entonces había que
desconfiar? ¿Acaso las personas deben ir por la vida desconfiando de todo?, Siempre me dieron vueltas esas ideas en la
cabeza, cómo funcionaban los sentimientos, la familia y esos valores que se
supone que a todos les enseñan cuando niños.
Ese pariente amable y cariñoso, tenía otras intenciones, lo descubrí
de golpe, lo aprendí como se aprenden muchas cosas en la vida. No busqué la lección pero más que la
matemática, el inglés, la química estaba allí, de golpe y porrazo,
aprendiéndola.
Después de eso, me cambió la vida, ¿qué hacer? La familia, mi mamá, mis dudas, mis contradicciones. No podía
entender, ¿había algo que entender? Todo
lo que me dijeran no servía de nada, eran palabras al viento, ¿cuándo los
viejos entenderán que hay cosas que no se pueden comprender, que nunca nuestro
corazón perdona, que nunca la razón entiende? Amaba a mi mamá sólo quería vivir
a su lado, sin sombras de dudas, de desconfianzas, era con ella con quien yo quería
quedarme, ¿por qué si no era culpable salía
perdiendo? Pero al final fue la
decisión de mi mamá de la familia, yo me
iría de la ciudad a otra cercana, así
comenzó el camino del desarraigo, la soledad y la culpa, pues al final hasta
eso aparece: la culpa, por lo que no se hizo, por lo que se guardó y no se dijo.
Culpa, provocada por como te miran y como te preguntan.
Así llegué ese año al que sería mi último lugar de estudio,
conocí muchos jóvenes, historias parecidas, historias tristes, historias de
abandono. Nos poníamos de acuerdo
para juntarnos, a llorar las penas, a maldecir la vida, a buscar respuestas, a
pensar, ¡qué pensar! si al final la marihuana, nos dejaba sin pensar y
nos quedábamos en el aire suspendidos largas horas.
No era bonita, trataba de que
otros me encontraran como yo no podía
verme: bonita. Me pintaba los ojos, los delineaba esperanzada. Quería verme
bien aunque eso me parecía difícil, esperaba que la sombra y el delineador hicieran magia. En muchas oportunidades en mi
corta vida me sentí discriminada que no
le agradaba a las personas, quizás por esto de sentirme fea.
Me iba regular en los estudios
y así pasaban los días: entre la marihuana, la soledad de la pieza y el dolor por
la lejanía de mi mamá, lejanía que nunca logré aceptar, ella no podía venirse conmigo, tenía un
trabajo estable, (con el tiempo eso es todo
lo que tiene, un trabajo estable). Mi mayor esfuerzo se centró en pasar
desapercibida entre la gente, pero no era así, entre mi maquillaje, el morral
que tampoco gustaba y una compañera que se molestaba por mi indiferencia, los
conflictos que me atormentaban se hacían más grandes.
Me pareció cada vez más
difícil estudiar, concentrarme y sobrevivir,
pero algún dinero, que me llegó caído del cielo, me permitía darme algún gusto,
no sólo para comprarme marihuana, también para maquillaje y ropa, cosas que mi mamá no siempre podía darme.
Cuántas veces quise volver a la
casa de mi vida, pero sabía que no podía
todavía. Me desesperaba, decaía, quería
estar al lado de mi mamá, no soportaba la angustia y me quedaba en la pieza que
era un castillo de mi desesperación. Cuando creía que sucumbiría, alguien me decía que “tenía un
futuro”, que yo “era capaz”, que faltaba poco y así era, sólo meses, dos para
ser exactos. Al fin salir terminar mis estudios y de ahí ver que hacer con mi vida, después de eso todo sería más fácil. Sería cumplir
un sueño.
Nos llevábamos cada vez peor con
una compañera, nos decíamos garabatos al pasar, en la sala, en el patio, ella
me decía fea. Su apariencia era rubia, ojos claros, delgada y alta y mi
estatura era baja y me sentía un poco gorda. Me molestaba que siempre me
descalificara. Físicamente éramos no más. Aunque muchas veces quise ser distinta.
Un día no pude contenerme más. Todas
las miradas se volvieron sobre nosotras, ¡pelea!, eso era grave, era caer en
desgracia, sólo debería volver por mis
calificaciones. Esto pasaba justo cuando
sentía que estaba mejor. Después de
tantas conversaciones lo que más quería
era terminar bien, ¿por qué no me
contuve?, Ella me había buscado tanto, que era cuestión de dignidad seguir haciéndose
la tonta.
Se me ocurrió ir a mi ciudad, donde mi mamá, no estaba en
mis planes en ese momento ni era lo que
yo quería, pero fue lo primero que se me ocurrió. No pensé que las cosas se
darían así, pero ya nada podía hacer, me había despedido de quien me fue
posible. No era tan malo, volvería a ver mis calificaciones pendientes y terminar
mis estudios, como me lo había propuesto.
Pasaron volando los días, estaba excitada, era el momento de volver a mi
lugar de estudio y encontrarme con mis amigos .Se dio la oportunidad de viajar,
arreglé mis cosas en la mochila, apenas
le escribí una nota a mi mamá “vuelvo pronto”, era cosa de ir y volver, dejé
hasta mi celular, se me quedó en la mesa del comedor. Volvería pronto, así estaba decidido, eran
pocos días los que quedaban para el fin de año.
El viaje había transcurrido conversando
animadamente, con el chofer del vehículo éramos vecinos, teníamos hartas cosas
de que hablar, del barrio, de mi mamá, de mis planes para cuando egresara. Faltaba
muy poco para llegar a la ciudad de destino, unos veinte minutos, pero había en el camino una posada para comprar
algo, me bajé corriendo para cruzar y eso fue todo olvidé mirar para los dos
lados de la carretera.
Hoy estoy aquí, soy una animita. Me traen flores, me prenden
velas y de vez en cuando mi madre viene
en caravana con gente de mi ciudad a llorar, también a dejar flores y a prender
velas. ¿Quién lo iba a decir?, cuando
iba por la vida me hubiese gustado que
me regalara flores para sentir su aroma
y palpar su tersura. La gente del pueblo me adoptó como suya me cuidan, limpian mi casita y al caer la tarde prenden velas. He visto en la cara de muchos tristeza. Me
cuentan sus vidas, me hablan de sus problemas y
prometen volver a verme. Nunca imaginé que llegaría a ser importante.
Hoy quisiera ser un ángel para evitar que
otra como yo sufra, fume menos marihuana
y padezca porque se le perdió su ángel
algún día, junto a un abusador y un pito
de marihuana.
Muy buenas noches Oriana.
ResponderEliminarTienes una página muy especial e interesante, bellos poemas que yo no sería capaz de componer, no son lo mío realmente, por eso te valoro más. Espero que sigas creciendo y que nunca abandones este espacio tan personal, recuerda que un blog es como un hijo recién nacido, crece y evoluciona con el paso del tiempo hasta convertirse en una persona de éxito y respetable, pero para ello hay que saber cuidarlo todos los días.
Te sigo, así que seguiré visitándote siempre que tenga un tiempo libre para ver las restantes entradas y las nuevas que subas. Te deseo mucha suerte y espero que pronto subas un nuevo post para disfrutar de él.
Si me lo permites, me gustaría invitarte a mi blog DIARIO DE UNA CHICA POSITIVA. Lo he dedicado a escribir literatura personal (relatos, cartas, reflexiones), además, podrás compartir tu blog con todos nosotros en la sección "Aquí tu web": http://insolitadimension.blogspot.com.es/
Un gran abrazo desde Málaga y gracias por compartir un trocito de ti.