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domingo, 15 de enero de 2012

Transeúntes Proyecto escritural beca de Creación

Hace un par de meses terminé mi Proyecto escritural Transeúntes, comprometido con la Beca de creación Literaria financiada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes las madrugadas fueron complices para mi trabajo de escritora, en los cuentos fueron conviviendo en mi espacio creador personajes tomados de nuestra cotidianidad, tan dolorosamente cercanos en su existencia. Esperro en el futuro próximo publicar estos relatos para que emerjan al cotidiano. Sus personajes son aquellos seres que transitan buscando respuestas, predestinados a algún destino en el que nada puede cambiar
Esta obra la conforman un conjunto de relatos que tienen como eje central aquellas situaciones que en lo cotidiano se transforman en historias y que son comunes a los transeúntes de la vida contemporánea.
Algo de sus cuentos... Caminantes Una mañana de estío, en una de las empinadas calles del puerto, cuando el sol se atropellaba por todos los espacios, pasaron frente a mi balcón dos hombres: uno alto y delgado y otro pequeñito, también delgado. Ellos vestían religiosamente iguales, había dedicación en sus atuendos, pantalón de tela negro y chalecos de color verde, abajo, camisa del mismo color. Era, seguramente, su ropa dominguera. Uno, caminaba seguro y rápido paso tras paso, sin dudar, en una dirección conocida, el otro, casi corriendo a pasitos temerosos y cortitos. El primero ajeno a la angustia del segundo por no querer quedarse tan atrás y ser sometido al discurso de siempre, ¡apúrate, tan lento que caminas! Dos o tres pasos de uno y un paso del otro, el hombre alto avanzaba ajeno a la ansiedad y a las palabras que brotaban de los labios del hombre pequeñito quien, seguramente, pensaba que era su gran oportunidad para contarle todas aquellas cosas que le habían sucedido durante la semana No había nadie más, las calles vacías de domingo en la mañana sirven para la complicidad, eran solo ellos, ¡cómo no hablarle!, si las palabras se le atropellaban, no sabía que otras palabras usar para llamar lo suficiente su atención y que por una vez se diera vuelta y lo mirara, quizás ni siquiera había reparado en que su ropa era igual a la que él llevaba, que hasta el jockey era el mismo. Le hablaba fuerte. El hombre alto, impasible, ajeno, no dimensionaba lo difícil que le resultaba alcanzar sus pasos. Por instantes, el hombre pequeñito parecía cansado pero, seguramente, no quería defraudarlo ni parecer molestoso y provocar su mal genio cuando era un gran día. Sus palabras siguieron atropellándose y el hombre alto siguió su camino… con sus pasos gigantes y sus oídos ausentes. El pequeñito tratando de entrar en los oídos del hombre alto, en el corazón del hombre alto, en el recuerdo del hombre alto…
Transeunte Transitaba, 10 años que sus pasos recorrían las mismas calles. Uno tras otro repetía diariamente el mismo recorrido, se había mecanizado al punto de contar los pasos… uno, dos,... cien,… trescientos… mil
Mujer durmiendo en un gallinero Esa noche todas sus muñecas quedaron esparcidas por el piso. La foto de su mamá, que guardaba bajo la almohada, salió disparada contra la pared, su padre no quería volver a verla, más bien a sentirla pues la oscuridad no dejaba verla, esa noche supo que su padre era un hombre y ella era mujer… desde esa noche no volvió a dormir sola.
ANIMA Tus lágrimas siguen reteniéndome sin dejar que mis pies puedan desprenderse de la tierra. Las telarañas envuelven las flores que dejaste el primer aniversario de mi partida. Las hormigas disfrutaron la vela con aroma a canela que encendiste para rezar mil Padrenuestros
Caminantes II Caminaban, él con un traje gris. Alto, dando pasos de “botas de siete leguas” ajeno, ensimismado irreverente, con su faz inmutable de máquina procesadora de dinero, se habían encontrado para hacer las compras para el colegio de su hijo. Ella se había arreglado con dedicación buscando la combinación perfecta el maquillaje, los accesorios, el color de sus labios, todo debía ser armonía, perfección la culminación de toda una semana, en que tenia la posibilidad de respirar otro aire, de tener una cita con su hombre.