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jueves, 10 de enero de 2013

SER UN ÁNGEL de Mi antología ¿Dónde están los ángeles?



SER UN ANGEL



No importa por qué,  pero la marihuana había llegado un día  a mi vida y no podía dejarla pues siempre tenía pena, ganas de llorar. Mi lugar de estudio era, para mí por lo menos, un lugar donde me juntaba con otros, que como yo, le hacían a la marihuana. Nos poníamos de acuerdo para juntarnos a fumar  cuando saliéramos de clase y así fue los dos últimos años.

Arrendaba una pieza, en la casa de una mujer desconocida,  arrendaba porque no vivía con mi mamá, ya que a pesar de estar recién estudiando en enseñanza media, nos habíamos tenido que separar,  yo la amaba y  estar separadas, en ese tiempo, había sido la única alternativa para evitar todos los problemas que se habían sucedido después de mi desgracia.

Vivía con mi mamá a tres horas de la ciudad donde estudiaba,   mi dolor comenzó un día por culpa de un pariente muy cercano que  era muy atento conmigo que siempre estaba dispuesto a ofrecerme ayuda, lo que yo necesitara. No podría decir que esto me complicaba, él era mi tío, era de la familia, ¿por qué entonces había que desconfiar? ¿Acaso las personas deben ir por la vida desconfiando de todo?,  Siempre me dieron vueltas esas ideas en la cabeza, cómo funcionaban los sentimientos, la familia y esos valores que se supone que a todos les enseñan cuando niños.

Ese pariente amable y  cariñoso, tenía otras intenciones, lo descubrí de golpe, lo aprendí como se aprenden muchas cosas en la vida.  No busqué la lección pero más que la matemática, el inglés, la química estaba allí, de golpe y porrazo, aprendiéndola.   

Después de eso, me  cambió la vida, ¿qué hacer?  La familia, mi mamá,  mis dudas, mis contradicciones. No podía entender, ¿había algo que entender?  Todo lo que me dijeran no servía de nada, eran palabras al viento, ¿cuándo los viejos entenderán que hay cosas que no se pueden comprender, que nunca nuestro corazón perdona, que nunca la razón entiende? Amaba a mi mamá sólo quería vivir a su lado, sin sombras de dudas, de desconfianzas, era con ella con quien yo quería quedarme, ¿por qué si no era culpable salía  perdiendo?  Pero al final fue la decisión de mi mamá  de la familia, yo me iría de la ciudad a otra  cercana, así comenzó el camino del desarraigo, la soledad y la culpa, pues al final hasta eso aparece: la culpa, por lo que no se hizo, por lo que se guardó y no  se dijo.

Culpa, provocada  por como te miran y como te preguntan.

               Así llegué ese  año al que sería mi último lugar de estudio, conocí muchos jóvenes, historias parecidas, historias tristes, historias de abandono.     Nos poníamos de acuerdo para juntarnos, a llorar las penas, a maldecir la vida, a buscar respuestas, a pensar, ¡qué pensar! si al final la marihuana, nos dejaba  sin pensar y  nos quedábamos en el aire suspendidos largas horas.

                 No era bonita, trataba de que otros me encontraran  como yo no podía verme: bonita. Me pintaba los ojos, los delineaba esperanzada. Quería verme bien aunque eso me parecía difícil, esperaba que la  sombra y el delineador  hicieran magia. En muchas oportunidades en mi corta vida  me sentí discriminada que no le agradaba a las personas, quizás por esto de sentirme  fea.

                Me iba regular en los estudios y así pasaban los días: entre la marihuana, la soledad de la pieza y el dolor por la lejanía de mi mamá, lejanía que nunca logré aceptar,  ella no podía venirse conmigo, tenía un trabajo estable, (con el tiempo eso es todo  lo que tiene, un trabajo estable). Mi mayor esfuerzo se centró en pasar desapercibida entre la gente, pero no era así, entre mi maquillaje, el morral que tampoco gustaba y una compañera que se molestaba por mi indiferencia, los conflictos que me atormentaban se hacían más grandes.

                Me pareció cada vez más difícil  estudiar, concentrarme y sobrevivir, pero algún dinero, que me llegó caído del cielo, me permitía darme algún gusto, no sólo para comprarme marihuana, también para maquillaje y  ropa, cosas que mi mamá no siempre  podía darme.

               Cuántas veces quise volver a la casa de mi vida,  pero sabía que no podía  todavía. Me desesperaba, decaía, quería estar al lado de mi mamá, no soportaba la angustia y me quedaba en la pieza que era un castillo de mi desesperación. Cuando creía que   sucumbiría, alguien me decía que “tenía un futuro”, que yo “era capaz”, que faltaba poco y así era, sólo meses, dos para ser exactos. Al fin salir terminar mis estudios y de ahí  ver que hacer con mi vida,  después de eso todo sería más fácil. Sería cumplir un sueño.

               Nos llevábamos cada vez peor con una compañera, nos decíamos garabatos al pasar, en la sala, en el patio, ella me decía fea. Su apariencia  era  rubia, ojos claros, delgada y alta y mi estatura era baja y me sentía un poco  gorda. Me molestaba que siempre me descalificara. Físicamente éramos no más. Aunque muchas veces quise ser distinta.

             Un día no pude contenerme más. Todas las miradas se volvieron sobre nosotras, ¡pelea!, eso era grave, era caer en desgracia,  sólo debería volver por mis calificaciones. Esto pasaba  justo cuando sentía que  estaba mejor. Después de tantas conversaciones  lo que más quería era terminar bien, ¿por qué  no me contuve?, Ella me había buscado tanto, que era cuestión  de dignidad  seguir  haciéndose la tonta.

            Se me ocurrió  ir a mi ciudad, donde mi mamá, no estaba en mis planes en ese momento ni  era lo que yo quería, pero fue lo primero que se me ocurrió. No pensé que las cosas se darían así, pero ya nada podía hacer, me había despedido de quien me fue posible. No era tan malo, volvería a   ver mis calificaciones pendientes y terminar mis estudios, como me lo había propuesto.

            Pasaron volando los días,  estaba excitada, era  el momento de volver  a  mi lugar de estudio y encontrarme con mis amigos .Se dio la oportunidad de viajar,  arreglé mis cosas en la mochila, apenas le escribí una nota a mi mamá “vuelvo pronto”, era cosa de ir y volver, dejé hasta mi celular, se me quedó en la mesa del comedor.  Volvería pronto, así estaba decidido, eran pocos días los que quedaban para el fin de año.

          El viaje había transcurrido conversando animadamente, con el chofer del vehículo éramos vecinos, teníamos hartas cosas de que hablar, del barrio, de mi mamá, de mis planes para cuando egresara. Faltaba muy poco para llegar a la ciudad de destino, unos veinte minutos, pero   había en el camino una posada para comprar algo, me bajé corriendo para cruzar y eso fue todo olvidé mirar para los dos lados de la carretera. 

         Hoy estoy aquí, soy  una animita. Me traen flores, me prenden velas y de vez  en cuando mi madre viene en caravana con gente de mi ciudad a llorar, también a dejar flores y a prender velas. ¿Quién lo iba a decir?,   cuando iba por la vida  me hubiese gustado que me  regalara flores para sentir su aroma y palpar su tersura. La gente del pueblo me adoptó como suya  me cuidan, limpian mi casita y al caer  la tarde prenden velas.  He visto en la cara de muchos tristeza. Me cuentan sus vidas, me hablan de sus problemas y  prometen volver a verme. Nunca imaginé que llegaría a ser  importante.

         Hoy quisiera ser un ángel para evitar que otra como yo  sufra, fume menos marihuana y  padezca porque se le perdió su ángel algún día,  junto a un abusador y un pito de marihuana.