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lunes, 17 de septiembre de 2012

HALLAZGO de Poema de Chile Gabriela Mistral

Bajé por espacio y aires y mas aires, descendiendo, sin llamado y con llamada por la fuerza del deseo, y a más que yo caminaba era el descender más recto y era mi gozo más vivo y mi adivinar más cierto, y arribo como la flecha éste mi segundo cuerpo en el punto en que comienzan Patria y Madre que me dieron. ¡Tan feliz que hace la marcha! Me ataranta lo que veo, lo que miro o adivino, lo que busco y lo que encuentro; pero como fui tan otra y tan mudada regreso, con temor ensayo rutas, peñascales y repechos, el nuevo y largo respiro, los rumores y los ecos. O fue loca mi partida o es loco ahora el regreso; pero ya los pies tocaron bajíos, cuestas, senderos, gracia tímida de hierbas y unos céspedes tan tiernos que no quisiera doblarlos ni rematar este sueño de ir sin forma caminando la dulce parcela, el reino que me tuvo sesenta años y me habita como un eco. Iba yo, cruza-cruzando matorrales, peladeros, copándome ojos de quiscos y escuadrones de hormigueros cuando saltaron de pronto, de un entrevero de helechos, tu cuello y tu cuerpecillo en la luz, cual pino nuevo. Son muy tristes, mi chiquito, las rutas sin compañero: parecen largo bostezo, jugarretas de hombre ebrio. Preguntadas no responden al extraviado ni al ciego y parecen la Canidia que sólo juega a perdernos. Pero tú les sabes, sí, malicias y culebreos... Vamos caminando juntos así, en hermanos de cuento, tú echando sombra de niño, yo apenas sombra de helecho... (¡Qué bueno es en soledades que aparezca un Ángel-ciervo!) Vuélvete, pues, huemulillo, y no te hagas compañero de esta mujer que de loca truena y yerra los senderos, porque todo lo ha olvidado, menos un valle y un pueblo. El valle lo mientan "Elqui" y "Montegrande" mi dueño. Naciste en el palmo último de los Incas, Niño-Ciervo, donde empezamos nosotros y donde se acaban ellos; y ahora que tú me guías o soy yo la que te llevo ¡qué bien entender tú el alma y yo acordarme del cuerpo! Bien mereces que te lleve por lo que tuve de reino. Aunque lo dejé me tumba en lo que llaman el pecho, aunque ya no lleve nombre, ni dé sombra caminando, no me oigan pasar las huertas ni me adivinen los pueblos. Cómo me habían de ver los que duermen en sus cerros el sueño maravilloso que me han contado mis muertos. Yo he de llegar a dormir pronto de su sueño mismo que está doblado de paz, mucha paz y mucho olvido, allá donde yo vivía, donde río y monte hicieron mi palabra y mi silencio y Coyote ni Coyote hielos ni hieles me dieron. ¿Qué año o qué día moriste y por qué cruzas sonámbula la casa, la huerta, el río, sin saberte sepultada? Ve más lejos, sólo un poco más, donde está tu morada, al lugar donde miras y te retardas, quedada. No respondas a los vivos con voz rota y sin mirada. Se murieron tus amigos, te dejaron tus hermanas y te mueres sin morir de ti misma trascordada, y sueles interrogarnos sobre tu nombre y tu patria. Llegas, llegas a nosotros desde una estrella ignorada, preguntando nuestros nombres, nuestro oficio, nuestras casas. Eres y no eres; callamos y partes, sin dar, hermana, tu patria y tu nombre nuevos, tu Dios y tu ruta larga, para alcanzar hasta ellos, hermana perdida, Hermana.

Alusiones bíblicas en la obra de Gabriela Mistral Imágenes de su lanzamiento

Mi hija Rocío Alcayaga Mondaca, Eduardo Alcayaga Mondaca, argarita Riveros, Alicia Mondaca, Harry Vergara, Nancy Iriarte, M{onica Santander, Ana María Flores, Paula San Paris, Lilia Hernández, Robinson Hernández, José Araya Vergara, Enrique Gallardo y otros estimados amigos estuvieron ahí esa noche junto a una nueva obra sobre Gabriela Mistral.